martes, 28 de mayo de 2013

Estaré



Y voy dando vueltas por estas escaleras, nada caracol, que me llevan una y otra vez hasta mi sitio.
Cual es mi sitio? Aquel por el que luche durante tantos años para que a la hora de los bifes, los encargados de tomar altas determinaciones se estén limando las uñas y queden más castrados que los gatos de la Europa Occidental?
No sé yo. Yo no sé.
El tema es que en toda caminata, en cada hora que comienza, de las incontables que se me vuelven las que me tienen aca adentro, aca, en este sitio por el que me deje la espalda, voy con la melodía de una canción aunque no me sepa la letra entera.
Vendrán días dice Manolo, y prosigue, han de venir.
Ni más ni menos que eso. Tan real como la vida misma. Esa que instan a vivir. A respirar y a sentir los latidos desordenados, apelotonados de un corazón que parece estar aletargado.
En todas las ecuaciones me salís vos, y eso es difícil de lograr, será que habremos hecho bien las cosas?
Y cada día que no escribí sobre esto, mi libreta de apuntes mentales comenzaba:
Vendrán días…
En pocos años te has llevado a tu mochila un par de temas quizás otras personas de la misma edad no soportan. Con esto no te estoy halagando. Estoy diciendo las cosas tal como las siento. Si te lo merecías o no. Si es justo o no. Si yo hago otras cosas o no. Son otras cuestiones.
Hablemos de esos días desconocidos. Intuyo un clima propicio para poner el barca en el mar y estrenarlo. Que esa madera que llevo puliendo meses tenga ese contacto. Es necesario, casi vital.
Habrá cambios de rumbos y nuevas islas donde amarrar. Habrá vientos fuertes y de eso quiero hablar. Quiero hablar antes, quiero sacar una póliza de seguros, quiero poner en este nuevo testamento que, desde ya lo siento. Siento todas las rabietas por las que vas a atravesar, todos mis cambios de humor y todos mis berrinches. Mis evasiones, mis “estar sin estar” que se pueden producir.
Nunca pude dejar de pensar un paso más adelante del que mi pie pisa, es algo que no pude cambiar con el tiempo, quizás por momentos apago el “dador” de ordenes y lo dejo comiendo palomitas a mi lado, disfrutando del sofá, entendiendo el cine como válvula de escape, como “serenador” de multitudes, multitudes que se agolpan si me pongo a pensar en “de acá a dos años”, no creo que en el 2009 hubiera sabido lo que ocurriría dos años más tarde, ni en el 2002, ni el 99, ni nunca, pero como dicen por ahí Los Piojos “Todo pasa” y lo repiten, y hay que pensar que es asi. Que todo tiene arreglo menos la muerte. Que todas las tristezas pasan. Que no hay mal que dure 100 años. Cuanta verdad en tres frases boludas.
Yo tengo fé. Y eso es importante. Me siento con fuerzas. Y eso quiero que lo vean. Me siento con ganas. Pero sobre todo, siento que necesito este cambio.
La marea siempre arrastra arena. Nunca esta la playa igual dos días.
Me disculpo de vos. Y también de ustedes, léanme o no.
Todos queremos lo mismo, estar bien. Insto a que cada uno que este mal, revierta su posición. Hoy lo haré yo. Alla voy, una vez más. Y dentro de mi, todas sus imágenes. Gracias, perdón, más, te quiero.

sábado, 11 de mayo de 2013

alive



Tengo 69 años.
Para muchos morí hace 42, pero ese es el beneficio de unos buenos contactos.
El mundo es generoso, siempre lo pensé, no me puedo quejar. No tolero que me llamen hippie por vivir en Formentera, por vender alguna artesanía, por ser paciente a la hora de pescar, ni porque me vean detrás de la iglesia de Sant Francesc garabateando algo, intentando algún poema.
He aprendido a llevarme bien con mi compañera, la soledad. Me busqué un lugar de poca concurrencia, difícil de transitar, si bien es cierto que cada vez me cuesta más trabajo pedalear, vivir en La Mola tiene muchas ventajas. Los inviernos quizás sean peores a la hora de “rebuscárselas” con la comida, pero los prefiero mil veces a los tediosos veranos, donde es más simple encontrar una moneda, pero más difícil alejarse de un humano.
Tuve la suerte de estar acompañado de muchas mujeres a lo largo de mis años, ahora es menos frecuente que ellas vengan (¿a quien le gusta un viejo fláccido?), confesaré a su vez, que las primeras fueron preciosas, me llevaron a lo mejor y lo peor. Vibraciones y sensaciones que no se volvieron a repetir, y frustraciones que solo el buen whisky pudo borrar, o adulterar, a la hora del paso de sus imágenes por mi memoria.
Les recomiendo fehacientemente llevar una manzana en vuestras mochilas cuando vayan de excursión al faro, una manzana para los preciosos lagartos que se les acercaran, y una mantita, o pareo en caso de que se queden a ver la puesta del sol. No hay experiencia más agradable que meterse en lo profundo de la noche, de esa oscura intensidad que se verá sesgada cada 12 segundos, pero que los restantes, desnudarán a estrellas pomposas, engalanadas, cercanas como deseos,  destellos primarios de explosiones que permanecen, solo, para nuestros ojos.
Me quedé con la imagen de esas luces, y me llevó a rememorar viejos “viajes”. Cuanta droga corrió bajo nuestros pasos por aquellos días. Estábamos en el momento preciso, en el lugar adecuado. Todo evolucionaba tan rápido, como ahora las tecnologías, un día estabas fumando hierba, al otro secando hongos y en menos de un año, eras experto en opiáceos. El tabique de tu nariz temblaba al entrar en un nuevo bar. Nunca pude con la heroína, no me hacen gracia las agujas. En cambio, de barbitúricos puedo escribir una enciclopedia. Así y todo, los nuevos opioides seguro que atropellan a los gentiles de aquella época.
Fue difícil soportar el peso de la existencia. Por eso decidí  marcharme, pero no había lugar en el mundo para mí, o al menos, para quien era. Aquí  me dicen “el viejo creciente”, lo heredé de una oda a la luna que dediqué. Unos parroquianos la escucharon y así me bautizaron, pero prefiero que me llaméis Mojo, como la salsa canaria.
Ahora veo fotos y mi apacible sangre se altera, entra en hervor. Ese freno de mano que eché, no impide que mis ganas se detengan, lo hice por el bien de todos. Ella no se merecía aquello. Con ellos ya estaba hablado, acabaríamos lo que teníamos entre manos y me largaría, y yo, tampoco estaba bien, no tenía paz, mis demonios eran más fuertes. Esos retratos siguen sorprendiéndome, estaba tan vivo y su vez, tan en otro lado.
Pam escapó un par de años después de que mi ida se disipara. Su recorrido fue corto, pero para siempre, cuando estábamos en Paris. “Ese caballo no es digno de galopar” le decía más de una vez en clave poética, pero su mente necesitaba ese traqueteo, ese repique de herraduras sedosas que resbalaban por sus venas.
No les voy a negar que no extraño la música, cuando tengo ocasión, en esas “jams” trasnochadas que surgen de improviso en la plaza de Sant Ferran, al costado de la fonda, cojo alguna maraca o similar y trato de seguir el ritmo, aún le gano en este pulso al tiempo, si bien lo mío era cantar, ahora lo dejo para la intimidad de la bañera.
El primer albúm me resulta inigualable, en la factura, en la frescura, no creo que en los años que me quedan por delante pueda siquiera, acercarme a uno de esos temas, pero si que me puedo permitir en este espacio dejar una íntima confesión: "Waiting For The Sun" es mejor que "L.A. Woman". Sí, el río sabe.