viernes, 27 de mayo de 2016

las tazas sobre el mantel

Iba viendo tu mano en el taxi, de la misma forma que iba viendo como se poblaban tus ojos de lágrimas la noche anterior. Las iba viendo y no me animé a tocarlas.
Te abracé y como siempre en esas instancias, me quedé sin palabras, fue un adios, o un "hasta cuando", pero fue una despedida, mi garganta lo sabía, mi corazón también.
La fila endemoniada serpenteaba delante de mis narices y yo sin poder volver a tocarte. Pasaste esa puerta y otra y me quedé en una columna, apoyado, esperando que mi cuerpo vuelva a mi.
Fuí para un bus, me subí por inercia, caminé por un túnel, un tipo me regaló una tarjeta de bus -no pude agradecerle-, llegué justo, justo cuando mi tren se iba. Creí en ese momento que mi cuerpo merecía alimento o también me iba a abandonar. Me metí en ese bar que pocos pisan, por feo, por no ser cadena, por ser normal, y solicité lo mismo que la otra vez: medio de tortilla francesa y café con leche. El tipo me corrigió, y a su vez a mi memoria: no hacemos medio. "Pues, entero", asentí.
25 minutos masticando, cosas, recuerdos, noches, tardes, charlas, paisajes, todo con un factor común, vos.
Fuí al andén, puntual, no sé para qué, pero así llegó aquella hueste de metal en la que me iba a subir.
En eso, esa boludez de la tecnología, me dió por saludar a Clara, y también a Mati, era jueves, nuestro día. Me dijo que 9.15 llegaba de dejar a Lola. Justo la hora en que el tren llegaba al Clot, como algo premeditado.
En eso del viaje, a la altura de Sants una persona me pregunta si La Vanguardia que había sobre mi cabeza, ahí, donde se ponen los bolsos, era mía. No respondí arrepintiendome. Pero mi cerebro no paro de buscar otra, y la ví de lejos, dos filas más adelante. Me siguen llamando las "contras" de ese periódico, y tal cual, el relato era increíble, ni con calzador hubiera entrado tan bien, sobre la vida, sobre los miedos, sobre viajar liviano de equipaje, sobre la felicidad y la muerte. Me la guardé, ya te la voy a mandar.
Estuve mateando con Mati, vi su vida de pseudo padre, lo acompañé a la barbería, volví caminando a casa, me hice de comer una ensalada, y me fuí al trabajo. Tuve una infinidad de problemas que me alejaron de cualquier asomo de idea que se cruzara por mi cabeza. Cansado, con dolor en la piernas, un mal gesto acribillandome la rodilla, me subí a esa cosas material que me hace feliz. Noté que recien me sentaba. El viento me llevó hasta casa, donde cené, ví aquel programa de parejas, fumé, reí y hasta hice el amor.
Hoy por la mañana me tiré en el sofá, previo terminarme tu mermela de fresas fosforecente, terminé de ver dos películas, la que recomendó Mati, y una empezada de anoche. Dos lindas obras con buenas frases.
Me levanté, pensando en hacer cosas, abrí la puerta de habitación, una angustia se venia acercando. Vi mi llave grande, en otra vida, tuya. Vi un caramelo de chocolate y menta que no recordaba que existía. Vi tu bolso y recordé Ibiza. Vi la planchita y coqueta apareciste, vi la cama, vacia y lloré desconsoladamente queriendo encontrarte, queriendo olerte. Cuando me recompuse, con un cepillo recogí los pelos de Lady, aquella que en tus últimos días por aca, te hizo compañia, de la misma forma, que en este momento, tumbado, pensando en escribirte, lo hace conmigo.

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